viernes, 30 de abril de 2010

Cómo no morderse la cola intelectual

*El movimiento universitario de 1968 no es un parteaguas democrático, es una desviación y un retraso. Sus titulares lo aducen para darse taco sacrificial, como si el 2 de octubre los invistiera de santidad. Hay revisionismo y deshonestidad intelectual en esto.

Por: Ramón Cota Meza

Un autoengaño muy conmovedor es que el movimiento estudiantil de 1968 es el “parteaguas” de la transición democrática y de la modernización de México en general. Según va el relato, antes de 1968 imperaban el “nacionalismo revolucionario”, una economía cerrada y una visión provinciana del mundo. A partir de 1968 habrían empezado a abrirse paso la democracia, la modernización y el cosmopolitismo.

Lo cierto es que el “nacionalismo revolucionario” es una reinterpretación universitaria de la revolución mexicana después de1968. Un libro inaugural es La revolución interrumpida, de Adolfo Gilly, cuyo título lo dice todo: hubo una revolución de masas auténtica (la de Francisco Villa), luego sofocada y “mediatizada” por el nuevo orden burgués. 1968 marcaba el momento de reanudarla. Zapata y la revolución mexicana, de John Womack, jr., fue leído a esta luz.

Otro libro influyente fue La política de masas del cardenismo, de Arnaldo Córdova. La revolución había culminado en 1938. Era hora de continuarla, arrebatando el control de la clase obrera a los sindicatos “charros”. En esta vena se publicaron decenas, acaso cientos de libros y panfletos, ahora arrumbados en librerías de viejo.

Cierto, el gobierno y el PRI apelaban a la revolución en discursos rituales, pero la expresión “nacionalismo revolucionario” no figuraba en su vocabulario. Hasta 1970 la insignia fue “desarrollo estabilizador”, expresión más técnica que ideológica. México era visto en el mundo como un país en modernización acelerada. Se hablaba de un milagro mexicano. Los Juegos Olímpicos de 1968 eran la consagración de esta imagen.

Ni siquiera Luis Echeverría habló de “nacionalismo revolucionario”. Su lema era “desarrollo compartido”, que aludía al propósito de distribuir y acrecer la riqueza acumulada por el desarrollo estabilizador. Su visión y activismo eran más internacionales que domésticos.

La vida intelectual y artística cosmopolita de México tampoco empezó en 1968. Empezó en la posguerra o antes, concentrada en la ciudad de México, pero con protagonistas de varias ciudades y pueblos del país. Fue la reanudación de la modernización intelectual iniciada en la segunda mitad del siglo XIX a partir del liberalismo y reforzada por la eclosión de la revolución mexicana.

La “sustitución de importaciones” es ahora sinónimo de la supuesta economía cerrada del “nacionalismo revolucionario”. En realidad fue una contingencia de la Segunda Guerra Mundial: los países exportadores de materias primas se vieron orillados a producir bienes que antes importaban porque los países proveedores centraron su esfuerzo en la guerra. La sustitución de importaciones es la base de la modernización industrial de América Latina y Asia.

La sustitución de importaciones es también el origen de la nueva clase media mexicana, a la cual pertenecen los universitarios sublevados en 1968. La prueba es que la mayoría de ellos son universitarios de primera generación. Sus padres no fueron a la universidad y se pasmaron ante la rebelión de sus hijos. El movimiento de 1968 es una prueba la modernización de México, pero le imprime un sello antidemocrático y sectario.

La transición a la democracia no fue iniciada por los herederos del 68. En el campo electoral fue iniciada por el neopanismo en el norte del país ante la indiferencia de los intelectuales del 68. En el campo intelectual fue iniciada por el ensayo Colegas enemigos, de Gabriel Zaid (1981), que desmitificó la guerrilla centroamericana, y el ensayo Por una democracia sin adjetivos, de Enrique Krauze (1984). La trayectoria de Zaid inició en la década de 1950. Krauze sí es del 68, pero no parece tener muchos simpatizantes en esa generación.

La generación del 68 se incorporó a la transición entre 1986 y1988 como apéndice de la Corriente Democrática, escisión del PRI. Cuahutémoc Cárdenas era la encarnación del nacionalismo revolucionario imaginado en los 70. Conforme desarrolló intereses en el nuevo ambiente democrático, la generación del 68 empezó a revisar la historia inmediata. Fue así que el nacionalismo revolucionario, inventado por ella misma, fue atribuido a los gobiernos del PRI hasta 1982.
blascota@prodigy.net.mx

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