miércoles, 23 de noviembre de 2011

AMLO: beneficio de la duda

Ramón Cota Meza

MILENIO


Para recuperar terreno, AMLO deberá hacer un esfuerzo de humildad y honestidad intelectual. Su profesión de amor es bienvenida, pero no es suficiente.

Ilustración: Mario Fuantos

Muy conciliador, afable y benevolente se mostró AMLO en entrevista con Joaquín López-Dóriga el miércoles. Por buena voluntad estamos obligados a tomarle la palabra, pero debe responder varias cuestiones. Referiré algunos antecedentes: defendí a AMLO con decisión contra el intento de desaforarlo en 2004, argumenté contra el estereotipo de “populismo” que lo encasillaba, razoné la necesidad de un presidente con sentido social y voté por su candidatura.

Pero a diferencia de él, acepté la victoria de Felipe Calderón y la limpieza de la elección (leí la ley electoral, fui representante de casilla y comprobé que el fraude era imposible). Su berrinche infantil, irresponsable y demagógico tuvo consecuencias negativas en la reforma electoral de 2007, de la que resultó una ley rígida y tortuosa, como es obvio hasta para los partidos que la aprobaron. Concluí que AMLO no calificaba para la vida democrática y me olvide de él.

Ahora regresa como candidato indiscutible de los partidos de izquierda, recibido por el noticiero estelar de Televisa, brazo mediático de la “mafia” que, según él, controla el poder político y económico de México. Su presencia ahí cuestiona su propia aseveración, pero sus palabras, aunque conciliatorias, no le alcanzan para convencer. No dejó claro si aun piensa que México es controlado por una mafia, idea que sólo puede ser asumida por mentes muy toscas.

Un país de 112 millones de habitantes, tan diverso, extenso y cambiante no puede ser “controlado” por un grupo o grupos, por más poderosos que sean. Incluso una empresa tan corporativa y de sello tan distintivo como Televisa promueve expresiones plurales de manera creciente. Ahí está “Punto de partida”, que se ha consolidado como el programa de los problemas más espinosos y dramáticos de la sociedad civil, realizado con gran riesgo y eficacia por su tripulación, siempre en el lugar de los hechos.

En los foros cotidianos de opinión en radio, prensa y televisión están todos los intereses que desean expresarse, incluidos los del PRD. Más aun, su voz es solicitada por los productores. Al desconocer la elección presidencial y perorar contra “el espurio” y el “cerco informativo”, AMLO se automarginó. Aun así, su voz nunca fue acallada.

Si hubiera aceptado la victoria de Felipe Calderón y asumido el papel de oposición leal, su fuerza sería inmensa ahora. Su presencia en Televisa no es una reivindicación de su persona, menos un regreso triunfal: es una lección de buena voluntad y espíritu de equidad de la televisora. Los media mexicanos son más democráticos de lo que AMLO imagina.

México tampoco es el infierno de corrupción e injusticia que AMLO denuncia. No es necesario enumerar las lacras porque son denunciadas a diario por medios, partidos y organizaciones sociales. Está claro que falta más voluntad y fuerza políticas para combatirlas. Pero de ahí a decir que todo está podrido hay un enorme trecho. Creerlo refleja la misma estructura mental que asumir que México está controlado por una mafia.

El presidente Calderón está muy lejos de ser el “pelele” que AMLO denuncia. Con todas las fallas que se le imputen, ha sido un presidente incansable y entregado a su responsabilidad, por lo cual ha ganado el respeto de la mayoría de los mexicanos. Sin ignorar los errores de planeación que afloran, su obra material ha sido la más importante en más de cuarenta años. La infraestructura de México es mucho mejor ahora.

La gran falla de Calderón es la reforma de las instituciones, pero no es imputable exclusivamente a él porque el poder político está muy repartido ahora. Las iniciativas de reforma se atascan en el fárrago de competencias políticas y legales. Este problema es el que provoca más pesimismo porque los partidos políticos lo aprovechan para conservar y ganar posiciones. Ahí está el atasco del poder judicial y los cuerpos policiacos, donde cada pequeño avance es neutralizado por los intereses creados.

En vez de distinguir las líneas de falla y precisar cómo corregirlas, AMLO barre parejo, como si pretendiera inaugurar una nueva era. Quien resulte presidente encontrará los mismos obstáculos que Calderón. Nadie puede hacer borrón y cuenta nueva. AMLO da la impresión de pensar en un país que se detuvo en 1988, cuando Cárdenas perdió posiblemente por fraude. Parece ignorar las posiciones ganadas y los puestos administrados por sus propios partidarios, por él mismo incluso.

Bienvenido sea AMLO al diálogo democrático, pero recuperar terreno le exigirá humildad y esfuerzo intelectual. Si la fuerza organizativa que afirma tener es real y eficiente, qué bueno porque hace falta. Pero el eslogan “Sólo el pueblo salva al pueblo” huele a establo y es anacrónico para una sociedad urbana compleja en transformación constante.

Festival de literatura. Tuve la grata experiencia de participar en la 9ª edición del Festival de Literatura del Noroeste, Felino 2011, organizado por Cecut (Tijuana) la semana pasada. Lo digo por agradecimiento y para constatar el México vibrante que veo a donde voy. Saludé a viejos amigos y conocí escritores jóvenes y maduros, alegres y exigentes en su trabajo. Organización y atención excelentes. La gente confirma que la seguridad en Tijuana ha mejorado mucho, pero estaba consternada por la muerte de Francisco Blake Mora, hijo predilecto de esa ciudad, a quien muchos querían como gobernador. Comparto su tristeza.

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